21.097 metros. Media maratón. 2 horas y 1 minuto corriendo.
Era mi primer “gran” reto, y el Domingo por fin lo conseguí. Muchos nervios
antes de empezar, incluso los días previos, inseguridad, miedo a sufrir, a no
terminar…ya sabéis.
Una vez más, me
acompañaba Celia, así que llegamos y nos colocamos en nuestro cajón de
principiantes con nuestros dorsales grises, un poco de frío y mariposillas en
el estómago. Fue fácil entretenerse mientras esperábamos. Yo pensaba que el
personal sería muy distinto al que suelo encontrarme en una cursa de 10
kilómetros, pensé que 21 era una distancia considerable no apta para todos…pero
me equivoqué, al llegar a mi cajón dejé de sentirme “especial” de un plumazo.
Una vez más, gente de todas las edades a mi alrededor. Genial, por otra parte. Cuanto
“enfermo” del bueno. Era imposible obviar que era el día de los enamorados,
muchas parejas juntas, dispuestas a hacer los 21 mano a mano, corazones por
todas partes, besos, selfies…bonito, la verdad, por qué no decirlo.
Total, que empezaron las salidas de los primeros cajones,
los aplausos, los gritos, el confeti…empezamos a caminar, pasamos por la
alfombra de salida y a correr!
Muy espeso el principio, casi más pendiente de no tropezar
con nadie que del ritmo. Celia estaba a mi lado, íbamos mentalizadas a hacer los primeros
kilómetros muy prudentes, y así lo hicimos. Al terminar el Paralelo, no sé si
sería sobre el kilómetro 5, nos esperaba un pequeño escenario con música en
vivo, que justo cuando llegábamos preparaba los acordes de una mítica canción
de Queen, todos la reconocimos, y llegado el momento en que la música se paró,
todos los que íbamos corriendo cantamos un sonoro: I WANT TO BREAK FREE!! Fue
un momentazo de esos que se te quedan grabados, que te arrancan una sonrisa y
piensas: esto ya es mío, y por esto ya casi que ha valido la pena venir. No fue
el único escenario, cada 2 ó 3 kilómetros había o un escenario como éste, o una
banda de chicos y chicas con tambores haciendo unos ritmos increíbles que te
cargaban las pilas que poco a poco iban apagándose. Ambientazo, de verdad.
Muchísima gente animando en las aceras, y una Barcelona preciosa. El día
acompañó, parece que el chaparrón de la noche anterior despejó el ambiente e hizo
un día de sol ideal para correr con poca ropa. Demasiado viento en algunos
tramos pero todo no iba a ser perfecto!
El ritmo de los primeros 7 – 8 kilómetros fue muy cómodo.
Creo que fue en ese punto donde perdí a Celia de vista, y ya sola llegué al
kilómetro 10. Iba bien, pero quedaba mucho. Tenía que buscar algo en lo que
pensar. Entonces me acordé de las carpetas. Más de uno me había hablado de
esto. ¿En qué se entretienen cuando tienen que recorrer grandes distancias en
bici o corriendo? ¿A dónde se llevan sus pensamientos para evadirse, para
hacerlo más ameno? Pues a carpetas previamente “preparadas”, como esas
amarillas que creamos y ponemos en el escritorio del ordenador. En cada carpeta
hay recuerdos, planes, proyectos de futuro, viajes pendientes…lo que quieras
que te ayude a distraerte pensando.
Pues yo había preparado varias carpetas. Lo que pasa que
empecé a abrirlas, y en seguida me di cuenta de que las había hecho mal. Hice
carpetas inciertas. Basadas en cosas que quizás nunca pasen. En frases que
algún día me dijeron. En situaciones que no dependen de mí. Cerré una carpeta y
abrí otra. Y así varias veces, y ninguna me sirvió porque se me aceleraba el
pulso y la respiración pensando justamente en eso: Esto tal vez nunca pase. Y
eso no me ayudaba. Vi ya el kilómetro 14 y vi también que estaba corriendo muy
muy rápido. Estaba revuelta por dentro, pero estaba bien. Llegando a
conclusiones, atando cabos. Todo muy raro, muy imprevisto, pero curioso, oye.
Lo de las carpetas me llevó a darme cuenta de que incluso mi
motivación para acabar la carrera no era la que debería ser. Si me hubieras
preguntado hace unos días porqué corro, y yo hubiera sido sincera, te habría
dado una respuesta muy distinta a la de hoy. Eso es lo que más me enorgullece
de esta carrera. Encontrarme.
Me encontré ahí, entre el kilómetro 15 y el 16, corriendo
posiblemente más rápido que nunca. Perdida en mí misma, vi en la acera a Mamen,
que empezó a gritarme y animarme y me dio un subidón de energía brutal (mil
gracias guapa). A todo esto, no paraba de ver a gente con unas camisetas negras
con letras amarillas, en las que ponía EGOÍSMO POSITIVO. No sé quién son, ni
qué hacen, pero fueron como señales para mí. Llámalo reubicarse, llámalo
cambiar prioridades, o metas, o propósitos en la vida. Ni yo sabría definirlo.
Sólo sé que de un tiempo a esta parte, día a día, me estoy haciendo cada vez un poco más mía y
menos de nadie. Pero quizás ahí esté la clave, no lo sé. Por probar. Para
volver a deshacerme y ser una ñoña empedernida siempre estamos a tiempo. La realidad
es hoy. La realidad es que las personas cambian de opinión. Olvidan sus
promesas. Sus siempres y sus nuncas. Y todo lo que tenemos es hoy. Mañana
quizás nunca llegue a existir. Quien está hoy a tu lado es quien quiere estar.
Mañana quizá sea tarde. Ojalá no, pero quizá sea tarde.
Así que cerré carpetas un poco decepcionada, pero pensando
en hacer unas nuevas para la próxima. Porque habrá una próxima. Es de esas
cosas que hasta que no las llevas a la práctica no sabes si funcionarán o no.
Ensayo, error. Pues mira, esto no
funcionó. Sé que para que esas carpetas me ayuden deben ser sobre cosas que
sólo dependa de mí que lleguen a pasar. Esperemos que así funcione.
Eso sí, a pesar de todo, me sentí feliz allí en medio de
toda esa gente, haciendo eso por mí, por primera vez sin yo saberlo. Todo ese
mejunje de sentimientos me llevó al kilómetro 18, en el que mi cuerpo ya
empezaba a quejarse por todas partes. Seguía yendo muy rápido, pero ya tenía
muchas ganas de llegar. Sufrí esos tres últimos más que el resto de la carrera
entero. La recta final de meta, parecía eterna. “No mires el arco”, no paraba
de repetirme. Justo llegando a meta escuché las voces de quienes me estaban
esperando…eso sí es un subidón. Crucé la meta y me dio por llorar, supongo que
por todo un poco. Unos segundos en el suelo…y a recoger mi medalla. Sí, tengo
una medalla!!
Fui hacia el Arco de Triunfo donde me esperaban familia y
amigos, y una de las guindas del día fueron los 30 segundos de charla de mi
amigo Miguel, que tiene más razón que un santo y que de verdad, me llegó al
corazón. A veces no hacen falta grandes palabras ni muy repensadas, simplemente
decirlas así, como eres tú. Sólo decirte que estoy en ello, y agradecerte que
estuvieras allí esperándome con los demás. Gracias Carol y Christian por la
odisea de venir a Barcelona en medio del Kaos sólo para vernos, y más con los
dos terremotos.
Creo que fue un gran día para muchos, todos los que conozco
que fueron a correrla terminaron contentos…así que nada, habrá que repetir!
Ah! Antes de llegar a meta creé una carpeta rápida, de
prueba. No me dio tiempo a meter mucho, sólo a mi flaca azul. Eso tengo ahora
en la cabeza, y en la carpeta. Mucha bici. Muchos kilómetros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario