Sabíais que
más del 30% de las altas en los gimnasios se producen justo después de Navidad?
En realidad, todos aquellos que frecuentamos un gimnasio, podemos ver con
cierta claridad que esto pasa, y no sólo tras el periodo navideño en el que
pocos se salvan de coger un par de kilos y bajo el lema “año nuevo, vida nueva”
se animan a apuntarse. Yo destacaría otras dos épocas de nuevos abonados en
masa: Mayo, el mes “preplaya”, el mes en el que a muchos iluminados se les
ocurre que en mes y medio van a conseguir un milagro en forma de cuerpo
escultural. Y Septiembre, como no. Tras el verano muchos hacen un intento de
establecer una rutina tras las vacaciones, un año por delante para ponerse en
forma.
Apuntarse es
muy fácil, con tu DNI y el pago de la cuota estás dentro. Pero las estadísticas
dicen que la mitad de las personas que se apuntan al gimnasio lo abandonan
antes de los seis meses. Por qué? Pienso que cuando lo que nos mueve es un
factor estético, y no de salud, nuestras expectativas suelen ser muy altas y
las queremos ver cumplidas muy a corto plazo. Adelgazar, tonificar y fibrar,
todo y rápido, por favor. Como por desgracia, esto no funciona así, tendemos a
desanimarnos y abandonar con la misma facilidad con la que empezamos. No vemos
resultados rápidos, a eso le sumamos que nos cuesta meter en nuestra rutina
diaria el acudir con frecuencia al gimnasio, más la pereza, más la falta de
tiempo…es fácil desilusionarse.
Es por eso
que, aunque tener objetivos y pretensiones a corto plazo está muy bien, debemos
desarrollar una visión a medio y largo plazo para romper esas estadísticas que
dicen que tenemos los días contados en el gym. Márcate un reto personal más
allá de bajar unos kilos. Hay quien opta por preparar una carrera popular. Hay
quien intenta mejorar sus marcas en cuanto a número de flexiones o dominadas.
Doblar clases de spining. Lo que sea. Lo que sea para no buscar una excusa para
faltar a uno de tus días de gimnasio. Si lo haces un día, el segundo día te
costará menos encontrar excusa. Y al tercero te bastará algo así como que “hace
frío” para quedarte en casa. En breve te encontrarás pagando la cuota sin haber
ido en todo el mes. Y ya sabéis cual es el siguiente paso, borrarse.
Y yo, que
superé ya esa fase de adaptación e ir al gimnasio forma parte de mi rutina, le
temo a Enero. Hacer cola en las máquinas de sala fitness, las clases dirigidas
llenas y los vestuarios a tope, me ponen un poco a prueba, la verdad. Suele ser
temporal, como todo lo que envuelve al periodo Navideño, pero admito que formo
parte de ese 57% de españoles que se agobian en esta época del año.
De ahí mi
complejo de Grinch. Personaje creado en 1957 por el autor conocido como Dr.
Seuss, que incluyó a este muñecaco verde en el libro “Como el Grinch robó la
Navidad”, un ser malvado cuyo afán no era otro que borrar del calendario estas
fechas tan entrañables. Y es que ya se ha inaugurado la temporada navideña
amigos, ese cóctel explosivo de cenas, comidas y compromisos que se repite cada
año, y que da el pistoletazo de salida con las típicas frases del tipo “me
gustaría cerrar los ojos y que al abrirlos ya hubiera pasado la Navidad”. No es
que odie la Navidad así por que sí. Es que suman un cúmulo de situaciones que
mi mente no acaba de comprender, llamadme cortita, si queréis.
Puedo pasar
con los villancicos pegadizos a todas horas y en todas partes, con el bombardeo
de anuncios de juguetes, con los especiales de Navidad grabados en Septiembre e
incluso con las campanadas de Ramón García y Ana Obregón. Podría decir que hay
cosas que hasta me gustan, como el turrón de Suchard o los días de fiesta. Pero
hay cosas que no me gustan. Igual soy sólo yo, pero cada vez tengo más la
sensación de que la Navidad empieza cada año un poco antes. Que se me junta con
Halloween, vamos. A este paso me veo colgando muérdago debajo de la sombrilla
de la playa en pleno mes de Agosto. Y no estoy exagerando, recuerdo
perfectamente que el día en que estaban colocando los turrones en Mercadona, yo
estaba comprando en manga corta. Fue un shock.
Tampoco me
gusta saber que las Navidades son devastadoras para el medio ambiente. Por
ejemplo, en Estados Unidos, sólo en el periodo comprendido entre el día de
acción de gracias y año nuevo la cantidad de basura se incrementa en un millón
de toneladas. Más cerca. En la comunidad de Aragón, la basura se incrementa en
un 25% en el mismo periodo. Y eso que no tiramos todo lo que compramos (aunque
la mayoría de los regalos nos parezcan desacertados), porque según un estudio
que se hizo en Francia, tenemos una media de 3.000 a 4.000 objetos en casa,
quince veces más de lo que tenían nuestros abuelos. Comprar y acumular, y suma
y sigue un año más. Y qué decir del consumo energético de las luces navideñas, que
en algunos sitios tienen mucho gusto y quedan muy monas, le dan un toque mágico
a la ciudad y todo eso. Pero en según qué sitios, te asomas a la ventana y parece
que estás en las Vegas, y si no, buscad en Youtube una sección que hay dedicada
a enseñar los extremos que se rayan en muchos sitios donde se les va de las
manos el tema de las luces.
Y es que yo
creo, que estas fiestas consiguen justo lo contrario a lo que se proponen.
Deprimir y estresar. Yo no veo a la mayoría feliz porque llegó la Navidad. Veo
gente triste y melancólica. La gente en estas fechas añora a familiares que ya
no viven o que viven lejos, o añora épocas pasadas en las que fueron más
felices. Y los que están solos, en estas fechas se sienten aún más solos. Será
que el paso del tiempo ha ido incrementando mi cinismo natural, pero el remate
de los remates son las cenas o comidas en las que tienes que verte con personas
o parientes que no son de tu agrado…en serio, para qué? Quizás es porque a mí
siempre me ha encantado juntarme con toda mi familia en cualquier época del año,
pero me cuesta aceptar que hay familias que se juntan en estas fechas porque
toca, y después no se ven en todo un año. Yo propongo querernos más todo el año
y restar importancia a estas fiestas prefabricadas. Propongo una cena en Marzo
que aún hace frío y no hay festivos. Juntarse por que sí, para celebrar la
vida, para celebrar que nos tenemos. Y propongo hacer regalos a la familia sin
ningún motivo y sin ninguna fecha más a menudo, pero no ahora. Cuando no lo
esperen. Ver su sonrisa al preguntar: “¿Y esto por qué?”. Esto porque te
quiero. Y porque hoy me acordé de ti sin que el Facebook me diera un aviso.
Claro que
añoro a personas que ya no tengo, claro que añoro a personas que tengo
lejos…pero cada día. No porque sea Navidad. Apuesto a que la mayoría de los que
lo celebran ni siquiera saben que Jesús no nació un 25 de Diciembre. Y
entonces, ¿qué estamos celebrando? Porque todo lo demás, se puede celebrar cada
día. Cada día que amanece, es un nuevo regalo, una nueva oportunidad para
abrazar a los que todavía tenemos. Para comer y cenar con ellos. Para jugar con
nuestros hijos y no para ver como juegan solos con una videoconsola o un móvil.
Levantar el teléfono y llamar a los que están lejos. Regalar tiempo y no
regalos, porque es lo único que nos llevaremos cuando nos toque irnos a donde
sea. Recuerdos y momentos.
Estamos
vivos, no? Pues que se note.
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