miércoles, 9 de diciembre de 2015

COMPLEJO DE GRINCH

Sabíais que más del 30% de las altas en los gimnasios se producen justo después de Navidad? En realidad, todos aquellos que frecuentamos un gimnasio, podemos ver con cierta claridad que esto pasa, y no sólo tras el periodo navideño en el que pocos se salvan de coger un par de kilos y bajo el lema “año nuevo, vida nueva” se animan a apuntarse. Yo destacaría otras dos épocas de nuevos abonados en masa: Mayo, el mes “preplaya”, el mes en el que a muchos iluminados se les ocurre que en mes y medio van a conseguir un milagro en forma de cuerpo escultural. Y Septiembre, como no. Tras el verano muchos hacen un intento de establecer una rutina tras las vacaciones, un año por delante para ponerse en forma. 

Apuntarse es muy fácil, con tu DNI y el pago de la cuota estás dentro. Pero las estadísticas dicen que la mitad de las personas que se apuntan al gimnasio lo abandonan antes de los seis meses. Por qué? Pienso que cuando lo que nos mueve es un factor estético, y no de salud, nuestras expectativas suelen ser muy altas y las queremos ver cumplidas muy a corto plazo. Adelgazar, tonificar y fibrar, todo y rápido, por favor. Como por desgracia, esto no funciona así, tendemos a desanimarnos y abandonar con la misma facilidad con la que empezamos. No vemos resultados rápidos, a eso le sumamos que nos cuesta meter en nuestra rutina diaria el acudir con frecuencia al gimnasio, más la pereza, más la falta de tiempo…es fácil desilusionarse.
Es por eso que, aunque tener objetivos y pretensiones a corto plazo está muy bien, debemos desarrollar una visión a medio y largo plazo para romper esas estadísticas que dicen que tenemos los días contados en el gym. Márcate un reto personal más allá de bajar unos kilos. Hay quien opta por preparar una carrera popular. Hay quien intenta mejorar sus marcas en cuanto a número de flexiones o dominadas. Doblar clases de spining. Lo que sea. Lo que sea para no buscar una excusa para faltar a uno de tus días de gimnasio. Si lo haces un día, el segundo día te costará menos encontrar excusa. Y al tercero te bastará algo así como que “hace frío” para quedarte en casa. En breve te encontrarás pagando la cuota sin haber ido en todo el mes. Y ya sabéis cual es el siguiente paso, borrarse.
Y yo, que superé ya esa fase de adaptación e ir al gimnasio forma parte de mi rutina, le temo a Enero. Hacer cola en las máquinas de sala fitness, las clases dirigidas llenas y los vestuarios a tope, me ponen un poco a prueba, la verdad. Suele ser temporal, como todo lo que envuelve al periodo Navideño, pero admito que formo parte de ese 57% de españoles que se agobian en esta época del año.
De ahí mi complejo de Grinch. Personaje creado en 1957 por el autor conocido como Dr. Seuss, que incluyó a este muñecaco verde en el libro “Como el Grinch robó la Navidad”, un ser malvado cuyo afán no era otro que borrar del calendario estas fechas tan entrañables. Y es que ya se ha inaugurado la temporada navideña amigos, ese cóctel explosivo de cenas, comidas y compromisos que se repite cada año, y que da el pistoletazo de salida con las típicas frases del tipo “me gustaría cerrar los ojos y que al abrirlos ya hubiera pasado la Navidad”. No es que odie la Navidad así por que sí. Es que suman un cúmulo de situaciones que mi mente no acaba de comprender, llamadme cortita, si queréis.
Puedo pasar con los villancicos pegadizos a todas horas y en todas partes, con el bombardeo de anuncios de juguetes, con los especiales de Navidad grabados en Septiembre e incluso con las campanadas de Ramón García y Ana Obregón. Podría decir que hay cosas que hasta me gustan, como el turrón de Suchard o los días de fiesta. Pero hay cosas que no me gustan. Igual soy sólo yo, pero cada vez tengo más la sensación de que la Navidad empieza cada año un poco antes. Que se me junta con Halloween, vamos. A este paso me veo colgando muérdago debajo de la sombrilla de la playa en pleno mes de Agosto. Y no estoy exagerando, recuerdo perfectamente que el día en que estaban colocando los turrones en Mercadona, yo estaba comprando en manga corta. Fue un shock.
Tampoco me gusta saber que las Navidades son devastadoras para el medio ambiente. Por ejemplo, en Estados Unidos, sólo en el periodo comprendido entre el día de acción de gracias y año nuevo la cantidad de basura se incrementa en un millón de toneladas. Más cerca. En la comunidad de Aragón, la basura se incrementa en un 25% en el mismo periodo. Y eso que no tiramos todo lo que compramos (aunque la mayoría de los regalos nos parezcan desacertados), porque según un estudio que se hizo en Francia, tenemos una media de 3.000 a 4.000 objetos en casa, quince veces más de lo que tenían nuestros abuelos. Comprar y acumular, y suma y sigue un año más. Y qué decir del consumo energético de las luces navideñas, que en algunos sitios tienen mucho gusto y quedan muy monas, le dan un toque mágico a la ciudad y todo eso. Pero en según qué sitios, te asomas a la ventana y parece que estás en las Vegas, y si no, buscad en Youtube una sección que hay dedicada a enseñar los extremos que se rayan en muchos sitios donde se les va de las manos el tema de las luces.
Y es que yo creo, que estas fiestas consiguen justo lo contrario a lo que se proponen. Deprimir y estresar. Yo no veo a la mayoría feliz porque llegó la Navidad. Veo gente triste y melancólica. La gente en estas fechas añora a familiares que ya no viven o que viven lejos, o añora épocas pasadas en las que fueron más felices. Y los que están solos, en estas fechas se sienten aún más solos. Será que el paso del tiempo ha ido incrementando mi cinismo natural, pero el remate de los remates son las cenas o comidas en las que tienes que verte con personas o parientes que no son de tu agrado…en serio, para qué? Quizás es porque a mí siempre me ha encantado juntarme con toda mi familia en cualquier época del año, pero me cuesta aceptar que hay familias que se juntan en estas fechas porque toca, y después no se ven en todo un año. Yo propongo querernos más todo el año y restar importancia a estas fiestas prefabricadas. Propongo una cena en Marzo que aún hace frío y no hay festivos. Juntarse por que sí, para celebrar la vida, para celebrar que nos tenemos. Y propongo hacer regalos a la familia sin ningún motivo y sin ninguna fecha más a menudo, pero no ahora. Cuando no lo esperen. Ver su sonrisa al preguntar: “¿Y esto por qué?”. Esto porque te quiero. Y porque hoy me acordé de ti sin que el Facebook me diera un aviso.
Claro que añoro a personas que ya no tengo, claro que añoro a personas que tengo lejos…pero cada día. No porque sea Navidad. Apuesto a que la mayoría de los que lo celebran ni siquiera saben que Jesús no nació un 25 de Diciembre. Y entonces, ¿qué estamos celebrando? Porque todo lo demás, se puede celebrar cada día. Cada día que amanece, es un nuevo regalo, una nueva oportunidad para abrazar a los que todavía tenemos. Para comer y cenar con ellos. Para jugar con nuestros hijos y no para ver como juegan solos con una videoconsola o un móvil. Levantar el teléfono y llamar a los que están lejos. Regalar tiempo y no regalos, porque es lo único que nos llevaremos cuando nos toque irnos a donde sea. Recuerdos y momentos.

Estamos vivos, no? Pues que se note.

No hay comentarios:

Publicar un comentario