jueves, 12 de noviembre de 2015

CELIA & LA SANSI

Y quién es Celia? Diréis. Pues la verdad es que no se mucho de ella. La conocí hace pocos meses en la Cursa Ecológica de Montaña de Molins de Rei, coincidimos en la salida y la llegada. Ella es del club Fondistas de St. Feliu, así que tenemos amigos en común, pero realmente, no sé mucho más.


El caso es como os dije, este domingo pasado fue la Sansi de mi pueblo, me apunté a última hora pensando que sería un buen entreno.

Abro un paréntesis para confesar que aunque me gusta, tengo una relación complicada con el running (los que me conocéis ya sabéis de que hablo, y los que no…ya profundizaré otro día sobre este tema, que tiene miga). Me encanta, pero me cuesta. Mucho! Uno de mis muchos defectos es que soy muy cabezota, así que a pesar de ello, sigo intentándolo. Como todos los defectos, o mejor dicho, como todo en esta vida, tiene una parte mala pero otra parte buena. Ser cabezota también. La parte mala es evidente, la buena a mi parecer es que va de la mano con la perseverancia, el tesón, la constancia…o eso quiero creer. Cierro el paréntesis.
Una vez empiezas a correr con asiduidad, es un poco inevitable empezar a mirar tiempos. ¿En cuánto corres un kilómetro? ¿Y cinco?¿Y si tardas esto, puedes intentar mejorar y hacerlo en menos? Y si te apuntas a una carrera ya ni te cuento. Cruzas la meta pensando en la próxima y en hacerlo aunque sea un pelín mejor. Sobra decir que mejorar un simple minuto es dificilísimo. Correr ese minuto al límite de tus posibilidades se hace eterno. Incluso más que un minuto de anuncios en medio de un peliculón.
Bueno, pues yo tenía clavada la espinita de no ser capaz de correr 10 kilómetros en menos de 60 minutos. Lo he hecho en algún entreno y en alguna carrera, pero siempre 59 minutos y pico. Y no, no pasa nada, ya lo sé. No hay que correr pensando en tiempos, ni en ritmos, ni mirando el reloj, ni blablablá. Pero me repito, es que es un poco muy inevitable. Aun así me apunté a la Sansi sin pensar en bajar tiempo, con acabarla bien y sin parones, me conformaba. Una más.
Y aquí entra Celia. En la salida, justo antes de empezar, estaba con mis compis del gym y la vi cerquita, junto con Eva y Albert su hijo (también Fondistas) y me acerqué a saludar. Saludar + hablar del buen tiempo + ponernos al día rápidamente =  dan la salida! Empezamos a correr juntos, pero Albert que es un pedazo de proyecto de mini-fondista empezó a apretar a la mami ya que ellos corrían 5 kilómetros en vez de 10. Así que me quedé con Celia, y empezó a apretar, y los cuatro primeros kilómetros pitaron en mi reloj a un ritmo incómodo para mí… “Vamos muy rápido, y queda mucho, tira tú!”. “Deja de mirar el reloj y corre!”. Me contestó. Así que con ella seguí, sufriendo mucho y pensando que ya lo pagaría cuando fueran quedando menos metros para llegar. Ella me animaba cuando me escuchaba resoplar y ya llegando al kilómetro 5 y al fin de la primera vuelta, vi el avituallamiento y una oportunidad para parar. Cogí agua y paré unos segundos a un lado para beber, y volví a decirle que tirara ella a su ritmo, pero me esperó. Así que llegados a ese punto, pensé que no me quedaba otra que apretar dientes y acabar. Empezaba la cuenta atrás. A partir de ahí pocas palabras cruzamos, ya le advertí: “si no te contesto, no es que sea borde, es que me estoy muriendo”. Luego algún “ufff”, algún “venga!”, “va, va, vaaa que lo tenemos!”…a partir del kilómetro 6.5 ella empezó a sufrir bastante también, y yo de manera milagrosa fui un poco a mejor, quizás porque habíamos aflojado el ritmo. El tramo de carretera entre el Km 7.5 y el 9 se hizo interminable, con un calorazo impropio de Noviembre, pero finalmente llegamos a la meta juntas. Tiempo? 55 minutos 48 segundos! Toda una patada a mi cronómetro atascado en los 59 minutos y pico. Nos abrazamos, y aunque ella dice que yo la llevé a la meta, yo digo que ella me llevó a mí. Lo dejamos en que nos llevamos, va. Pero esos 5 primeros kilómetros tan rápidos en los que me animó y me obligó a olvidarme del reloj fueron los que nos llevaron a mejorar nuestra marca (sí, la suya también!).
Y es que es un deporte en el que, nos guste o no, las cifras mandan, se impone la medición sobre todo: los kilómetros y los minutos, los centímetros y las centésimas. Pero hay que ser realistas: hay personas dotadas de una genética propicia para correr y con capacidad innata, mira, la naturaleza les hizo un guiño en eso. Otras, sin tener especiales cualidades (aquí me incluyo), a través de los años podemos cultivarlas con paciencia y mucho entreno y llegar a cotas inimaginables en un primer momento. Es cuestión de creérselo, o eso me dicen. He leído por ahí una frase que me ha encantado: “Las marcas y los puestos son siempre subjetivos, lo verdaderamente objetivo y en lo que hay que fijarse es en el esfuerzo y la intención”.
A lo largo de este camino hacia la mejora y la superación personal, no hay que olvidar lo que costó salir a entrenar a pesar del mal tiempo, a pesar de una mala semana, de tener un familiar enfermo, un@ hij@ con problemas, estar en paro, o tener un disgusto sentimental, por poner algún ejemplo. Pensemos en las lesiones que quizás hemos padecido y que han puesto a prueba nuestra resistencia mental y anímica. Seguir en la brecha aun con todos los contratiempos que nos surgen día a día, vencer la llamada del sofá y cambiar el mando de la tele por una bebida isotónica es lo que demuestra nuestro amor por este deporte.
Para muestra, un botón. La Sansi no solo la corrimos Celia y yo…Ester estuvo toda la semana pocha, pero la acabó luchando a tope para acabar entrando en meta de la mano de su hijo Marc. Su chico, Josep, peleando como yo por restarle minutillos a esos 10 kilómetros. Rosa, que sin haber podido entrenar mucho, nos dejó atrás a casi todos entrando junto a la liebre de 50 minutos con su gran sonrisa. Fran, acabándola cerquita mío con mucho esfuerzo, con la lucha añadida de estar dejando el tabaco, olé tú! Mi compi Miguel, nuestro avión, reventando el reloj una vez más y bajando de 37 minutos…lo tuyo no tiene nombre. Plas Plas, diré, ya tu sabes! Reencontrarme con mi prima Montse, que se fue a Madrid pero pensó que el día en que cumplía 32 tacos era perfecto para visitar a la familia y correr la Sansi con su Víctor (y quedar la primera local de su categoría, así, como quien no quiere la cosa). Y qué decir de mi amore, que decidió esa misma mañana participar e igualmente salió un tiempazo, tanto, que le dio tiempo a ir a por la mochila, venir al kilómetro 9.5 a hacerme fotos y vídeos, y subir a meta a esperarme…¿deprimente? Pues un poco, pero es que yo soy de quedarme con la parte buena: su apoyo y los ánimos para acabar.
Cruzarse durante la carrera con conocidos del gimnasio y vecinos, saludarse, animarse a lo lejos…genial. Entrar en meta de la mano con mis niñas Judith y Ana, un regalo. Un día de pleno sol en Noviembre, otro. Carol, Carlos, Mercè, Primi, Sara, Paula y otros por allí esperando para vernos llegar, pues más de lo mismo.

En fin…gracias Celia. Gracias amigos. Por muchos días y muchas carreras como ésta.

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