Y quién es Celia? Diréis. Pues la verdad es que no se
mucho de ella. La conocí hace pocos meses en la Cursa Ecológica de Montaña de
Molins de Rei, coincidimos en la salida y la llegada. Ella es del club
Fondistas de St. Feliu, así que tenemos amigos en común, pero realmente, no sé
mucho más.
El caso es como os dije, este domingo pasado fue la Sansi
de mi pueblo, me apunté a última hora pensando que sería un buen entreno.
Abro un paréntesis para confesar que aunque me gusta,
tengo una relación complicada con el running (los que me conocéis ya sabéis de
que hablo, y los que no…ya profundizaré otro día sobre este tema, que tiene
miga). Me encanta, pero me cuesta. Mucho! Uno de mis muchos defectos es que soy
muy cabezota, así que a pesar de ello, sigo intentándolo. Como todos los
defectos, o mejor dicho, como todo en esta vida, tiene una parte mala pero otra
parte buena. Ser cabezota también. La parte mala es evidente, la buena a mi
parecer es que va de la mano con la perseverancia, el tesón, la constancia…o
eso quiero creer. Cierro el paréntesis.
Una vez empiezas a correr con asiduidad, es un poco
inevitable empezar a mirar tiempos. ¿En cuánto corres un kilómetro? ¿Y cinco?¿Y
si tardas esto, puedes intentar mejorar y hacerlo en menos? Y si te apuntas a
una carrera ya ni te cuento. Cruzas la meta pensando en la próxima y en hacerlo
aunque sea un pelín mejor. Sobra decir que mejorar un simple minuto es
dificilísimo. Correr ese minuto al límite de tus posibilidades se hace eterno.
Incluso más que un minuto de anuncios en medio de un peliculón.
Bueno, pues yo tenía clavada la espinita de no ser capaz
de correr 10 kilómetros en menos de 60 minutos. Lo he hecho en algún entreno y
en alguna carrera, pero siempre 59 minutos y pico. Y no, no pasa nada, ya lo
sé. No hay que correr pensando en tiempos, ni en ritmos, ni mirando el reloj,
ni blablablá. Pero me repito, es que es un poco muy inevitable. Aun así me
apunté a la Sansi sin pensar en bajar tiempo, con acabarla bien y sin parones,
me conformaba. Una más.
Y aquí entra Celia. En la salida, justo antes de empezar,
estaba con mis compis del gym y la vi cerquita, junto con Eva y Albert su hijo
(también Fondistas) y me acerqué a saludar. Saludar + hablar del buen tiempo +
ponernos al día rápidamente = dan la
salida! Empezamos a correr juntos, pero Albert que es un pedazo de proyecto de
mini-fondista empezó a apretar a la mami ya que ellos corrían 5 kilómetros en
vez de 10. Así que me quedé con Celia, y empezó a apretar, y los cuatro
primeros kilómetros pitaron en mi reloj a un ritmo incómodo para mí… “Vamos muy
rápido, y queda mucho, tira tú!”. “Deja de mirar el reloj y corre!”. Me
contestó. Así que con ella seguí, sufriendo mucho y pensando que ya lo pagaría
cuando fueran quedando menos metros para llegar. Ella me animaba cuando me
escuchaba resoplar y ya llegando al kilómetro 5 y al fin de la primera vuelta,
vi el avituallamiento y una oportunidad para parar. Cogí agua y paré unos
segundos a un lado para beber, y volví a decirle que tirara ella a su ritmo,
pero me esperó. Así que llegados a ese punto, pensé que no me quedaba otra que
apretar dientes y acabar. Empezaba la cuenta atrás. A partir de ahí pocas
palabras cruzamos, ya le advertí: “si no te contesto, no es que sea borde, es
que me estoy muriendo”. Luego algún “ufff”, algún “venga!”, “va, va, vaaa que
lo tenemos!”…a partir del kilómetro 6.5 ella empezó a sufrir bastante también,
y yo de manera milagrosa fui un poco a mejor, quizás porque habíamos aflojado
el ritmo. El tramo de carretera entre el Km 7.5 y el 9 se hizo interminable,
con un calorazo impropio de Noviembre, pero finalmente llegamos a la meta
juntas. Tiempo? 55 minutos 48 segundos! Toda una patada a mi cronómetro
atascado en los 59 minutos y pico. Nos abrazamos, y aunque ella dice que yo la
llevé a la meta, yo digo que ella me llevó a mí. Lo dejamos en que nos
llevamos, va. Pero esos 5 primeros kilómetros tan rápidos en los que me animó y
me obligó a olvidarme del reloj fueron los que nos llevaron a mejorar nuestra
marca (sí, la suya también!).
Y es que es un deporte en el que, nos guste o no, las
cifras mandan, se impone la medición sobre todo: los kilómetros y los minutos,
los centímetros y las centésimas. Pero hay que ser realistas: hay personas
dotadas de una genética propicia para correr y con capacidad innata, mira, la
naturaleza les hizo un guiño en eso. Otras, sin tener especiales cualidades
(aquí me incluyo), a través de los años podemos cultivarlas con paciencia y
mucho entreno y llegar a cotas inimaginables en un primer momento. Es cuestión
de creérselo, o eso me dicen. He leído por ahí una frase que me ha encantado: “Las
marcas y los puestos son siempre subjetivos, lo verdaderamente objetivo y en lo
que hay que fijarse es en el esfuerzo y la intención”.
A lo largo de este camino hacia la mejora y la superación
personal, no hay que olvidar lo que costó salir a entrenar a pesar del mal
tiempo, a pesar de una mala semana, de tener un familiar enfermo, un@ hij@ con
problemas, estar en paro, o tener un disgusto sentimental, por poner algún
ejemplo. Pensemos en las lesiones que quizás hemos padecido y que han puesto a
prueba nuestra resistencia mental y anímica. Seguir en la brecha aun con todos
los contratiempos que nos surgen día a día, vencer la llamada del sofá y
cambiar el mando de la tele por una bebida isotónica es lo que demuestra
nuestro amor por este deporte.
Para muestra, un botón. La Sansi no solo la corrimos
Celia y yo…Ester estuvo toda la semana pocha, pero la acabó luchando a tope
para acabar entrando en meta de la mano de su hijo Marc. Su chico, Josep,
peleando como yo por restarle minutillos a esos 10 kilómetros. Rosa, que sin
haber podido entrenar mucho, nos dejó atrás a casi todos entrando junto a la
liebre de 50 minutos con su gran sonrisa. Fran, acabándola cerquita mío con
mucho esfuerzo, con la lucha añadida de estar dejando el tabaco, olé tú! Mi
compi Miguel, nuestro avión, reventando el reloj una vez más y bajando de 37
minutos…lo tuyo no tiene nombre. Plas Plas, diré, ya tu sabes! Reencontrarme
con mi prima Montse, que se fue a Madrid pero pensó que el día en que cumplía
32 tacos era perfecto para visitar a la familia y correr la Sansi con su Víctor
(y quedar la primera local de su categoría, así, como quien no quiere la cosa).
Y qué decir de mi amore, que decidió esa misma mañana participar e igualmente
salió un tiempazo, tanto, que le dio tiempo a ir a por la mochila, venir al
kilómetro 9.5 a hacerme fotos y vídeos, y subir a meta a esperarme…¿deprimente?
Pues un poco, pero es que yo soy de quedarme con la parte buena: su apoyo y los
ánimos para acabar.
Cruzarse durante la carrera con conocidos del gimnasio y
vecinos, saludarse, animarse a lo lejos…genial. Entrar en meta de la mano con
mis niñas Judith y Ana, un regalo. Un día de pleno sol en Noviembre, otro.
Carol, Carlos, Mercè, Primi, Sara, Paula y otros por allí esperando para vernos
llegar, pues más de lo mismo.
En fin…gracias Celia. Gracias amigos. Por muchos días y
muchas carreras como ésta.
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