“Un rey salió a su jardín y descubrió que sus árboles,
arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto
como el pino. El pino estaba caído porque no producía uvas como la vid. La vid
se moría porque no podía florecer como la Rosa. Y la Rosa lloraba por no poder
ser fuerte y sólida como el Roble. Entonces, encontró un Clavel floreciendo y
más fresco que nunca. El rey le preguntó: “¿Cómo es que creces tan saludable en
medio de este jardín mustio y sombrío?”. La flor contestó: “Quizás sea porque
siempre supe que cuando me plantaste querías claveles. Si hubieras querido un
Roble, lo habrías plantado. En ese momento me dije: ‘Intenta ser clavel de la
mejor manera que puedas’, y mírame, el más hermoso Clavel de tu jardín.””.
¿Por qué empiezo con este pequeño cuento? Pues porque me
encanta la moraleja. A veces, incluso casi sin darnos cuenta, eso mismo es lo
que nos pasa a nosotros. Vivimos marchitándonos en nuestras propias insatisfacciones,
en nuestras absurdas comparaciones con los demás…”si yo fuera”, “si yo
tuviera”, “si mi vida fuera”…siempre conjugando un futuro incierto, en vez del
presente concreto que es todo lo que tenemos.
Es inevitable. Desde que nacemos, los demás nos enseñan a
tomar a otros como puntos de referencia para construir nuestra propia
identidad. “Al nacer pesaste más que tu hermano”, “Él empezó a andar antes que
tú”, “Tu prima se comporta mucho mejor que tú”.
En el cole la cosa empeora, ya que las notas son una manera
clara y contundente de compararnos directamente con los demás. Parecemos
destinados a crecer siempre en función de lo que otros son y no de lo que nos
hace únicos.
Dicen que las comparaciones son odiosas, y si bien es cierto
que esa frase roza ser una verdad como un templo, pienso que compararse también
puede ser positivo, pues nos permite entender que cada uno es diferente, que no
hay dos personas iguales, que no hay razas mejores, sólo distintas. Entender
esto nos hace tolerantes, preciosa virtud, verdad?.
Sin embargo, la parte negativa es más potente, sobre todo
cuando tenemos “tocada” la autoestima. En ese caso, la comparación siempre es
para atormentarnos y descalificarnos, lo que nos produce un dolor innecesario y
no aporta nada a nuestra vida.
¿Qué es mejor ser guapo o simpático? ¿Es mejor el niño que
saca las mejores notas, o el que dibuja maravillosamente bien para su edad?¿Es
el mejor trabajador el más honrado o el más puntual? Es cierto que vivimos en
mundo donde todo y todos se comparan, pero los parámetros son siempre relativos
y no determinan nuestro valor como personas.
Tenemos una vida distinta, una infancia que nos marcó de
diferente manera, un bagaje distinto, una formación distinta, formas de sentir
divergentes, distintos genes…bueno, es teniendo los mismos genes y aun así
podríamos encontrar mil comparaciones con nuestros hermanos. Por ejemplo, yo
tengo dos hermanas, a una le robaría los dos hoyuelos que tiene en los mofletes
que son lo más (los míos se quedaron a medio hacer), y a la otra la “envidio”
por tener un cuerpo atlético aunque no se mueva mucho del sofá…¿Y qué es mejor
que qué?.
Bueno, esto es un blog deportivo, así que me dejo de
filosofadas, y vamos a aplicar esto al mundo del deporte.
Empiezas a correr, por ejemplo (por ejemplo, y porque a mí
me pasa, claro!), y quieres mejorar rápido. Correr más metros. Correrlos sin
pararte. Y hablas con otras personas que corren y…empiezas a compararte. Sales
con una amiga una tarde y ves que ella tira más, que se cansa menos…”pero si
corre desde hace menos tiempo que yo!”. Y te da el bajón. Y vienen los
pensamientos negativos, la nube gris se instala en nuestra cabeza y llegamos a
casa desmoralizados pensando que no servimos para eso, que nunca lograremos los
objetivos que marcamos en nuestra cabeza, que para qué seguir.
Y como todos los que practicáis algún deporte, sobretodo de
resistencia, sabréis que el cuerpo se entrena, pero la mente también. Y diría
que es casi igual de importante, si no más. Aunque nuestro cuerpo esté
preparado y entrenado, si nuestra mente tiene el modo negativo ON, difícilmente
seremos capaces de mejorar.
Cada uno avanza a su ritmo, condicionado por distintos
factores, así que si vamos a compararnos, hagámoslo con nosotros mismos pues es
el “rival” al que queremos superar. ¿Estoy mejor que hace un año? ¿Y que hace
cinco? ¿Corro más y mejor que cuando empecé? ¿Me siento más fuerte, más en
forma, mejor conmigo mismo que cuando no practicaba deporte?
Igual que muchos de nosotros dejamos de comer ciertos
alimentos para mejorar nuestra salud, dejar a un lado los pensamientos
negativos causará el mismo efecto.
A veces parecemos empecinados en no querer ver que la
felicidad es un estado subjetivo y voluntario. Podemos elegir HOY estar felices
con lo que somos y con lo que tenemos, o vivir amargados por lo que no tenemos
o no podemos ser.
Sólo podremos florecer el día que aceptemos que somos lo que
somos, que Dios nos hizo únicos e irrepetibles, y que nadie más puede hacer lo
que nosotros vinimos a hacer.
Así que si a veces o pasa lo mismo que a mí, tenemos
doble reto, entrenar nuestro cuerpo y sobretodo nuestra mente.
Yo este Domingo
volveré a pelear en la 92 edición de la Jean Bouin de Barcelona. La semana que
viene os cuento!!!
Me encanta!!!genial.Una gran realidad.Gracias
ResponderEliminarMe encanta que te encante! Muaks
EliminarMe a encantado!
ResponderEliminarMe alegro mucho guapa! Graciassssss
EliminarMe a encantado!
ResponderEliminarFelicidades Dámaris una reflexión que deberiamos aplicarla mas a menudo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario!
EliminarPreciosas palabras nos das mucho ánimo amiga!!!
ResponderEliminarGracias guapísima!!! Que alegría me dáisssss!!!! Muaaak
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